El sector de los despachos profesionales es un sector con una alta polarización y un marcado carácter tradicional en el que, por lo general, los titulares – los propios profesionales que fundaron cada despacho- no se han caracterizado por tener una visión propiamente empresarial de sus negocios, sino que lo han apostado todo al desempeño profesional y a irse rodeando de un equipo de apoyo que les fuera acompañando en un sostenido crecimiento. Es por ello que en el mapa de este sector encontraremos no pocas fórmulas de autoempleo (en ocasiones, con altas rentabilidades), mientras que es más difícil dar con empresas consolidadas y de una cierta magnitud. Pensemos que en nuestra provincia y según datos oficiales, en 2022 aún los despachos que más facturan Almería están lejos de los dos millones de euros de cifra de negocios.
Dicho esto y como ocurre con prácticamente cualquier sector de la actividad económica, podemos encontrar un antes y un después a partir de la pandemia por covid. En el caso que nos ocupa, considero que los despachos profesionales vieron en muchos sentidos reforzada su imagen como servicio esencial, pues fuimos los profesionales del sector quienes, humildemente, guiamos a las empresas en aquel momento tan complicado, con tantísima legislación surgiendo a cualquier hora y casi desde cualquier lugar, hacia un razonable cumplimiento normativo que permitiese la subsistencia incluso de quienes peor estaban pasándolo. Recibimos en aquel momento un impulso de autoridad y credibilidad que, sin duda, fue interesante para aquellos despachos que supieran subirse a ese tren. Huelga decir que fue a base de un trabajo ímprobo, duro y sacrificado.
Actualmente, nos movemos en entornos cada vez más colaborativos donde los profesionales del sector van abriendo su mente a apoyarse y apoyar a otros colegas, intercambiar criterios, cruzar asistencias. Y fruto de todo ello están cambiando no solo las relaciones entre profesionales del sector, sino también las relaciones con los propios clientes, quienes cada vez más entienden nuestro rol de colaboradores necesarios, casi como unos integrantes más de sus respectivos equipos, en el esfuerzo diario y colectivo de mejorar la salud de las empresas de nuestro entorno. Queda pendiente, eso sí, que la administración se preste también a este cambio de mentalidad y no ande colocando, como tantas veces ocurre, a los despachos “entre la espada y la pared”. El día que recuperemos una administración que de manera generalizada, y no excepcional, esté al servicio del ciudadano, de las empresas y de los llamados colaboradores sociales, estaremos mucho más cerca del éxito.
En cuanto al futuro y siguiendo las tendencias mencionadas, a nadie escapa la revolución que han de suponer determinados cambios como la implantación definitiva de la factura electrónica o el uso cotidiano y efectivo de tecnologías como la inteligencia artificial. Todo ello debe llevarnos a reducir el tiempo dedicado a tareas rutinarias y de escaso valor añadido por un servicio cada vez más dedicado de verdadero asesoramiento a empresas y particulares, lo que por otra parte muchos despachos venimos ya haciendo, con mayor o menor capacidad en cada momento, desde nuestro nacimiento.
Vivimos un momento apasionante por retador en el que los distintos agentes del sector tratan de posicionarse para un futuro que se adivina bien diferente al pasado e, incluso, al presente. De lo que no me cabe ninguna duda es de que los profesionales del sector seguiremos siendo ese apoyo necesario, no siempre debidamente reconocido, para el crecimiento empresarial de la tierra que nos une: Almería. Una provincia que ha sabido hacerse a sí misma contra todo pronóstico y que espera al fin la atención que viene mereciendo para consolidar sus más positivas tendencias y seguir siendo un lugar de prosperidad, desarrollo y emprendimiento