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Imagen cabecera Cajamar, la Caja de Almería

Cajamar, la Caja de Almería

Sergio Ruiz Cervilla Director territorial Cajamar

Hablar de Cajamar es, de algún modo, hablar de Almería. La historia de nuestra entidad
está estrechamente ligada a la tierra que la vio nacer y al espíritu de quienes, con visión audaz y capacidad emprendedora, levantaron una cooperativa de crédito que, casi sesenta años después de la apertura de su primera oficina, se ha convertido en pilar, confidente y motor de progreso para toda la provincia. 

No es casual que en Almería se la conozca como “La Caja”, hay denominaciones que trascienden la anécdota para convertirse en síntesis de una vocación y una trayectoria. Desde que echó raíces en el fértil y a la vez árido suelo almeriense, desde nuestra entidad hemos cultivado, con tesón y mirada estratégica, la proximidad y trato cercano con nuestros clientes. En un contexto donde el sol es moneda diaria y el agua casi un bien de lujo, surgió una banca cooperativa decidida a irrigar de oportunidades a su comunidad.


El origen de Cajamar brota en una Almería de contrastes, forjada por la escasez y la inventiva, donde agricultores y familias vieron en la cooperación no solo un alivio para sus desvelos cotidianos, sino un horizonte compartido de progreso. Así, la caja nació como instrumento de apoyo mutuo, encarnando el espíritu de “unidos, llegamos más lejos”. Hoy, esa filosofía inicial no ha sido arrinconada en la hemeroteca: late en la toma de decisiones y se palpa en las oficinas, donde el trato conserva el aroma de la confianza y la palabra comprometida. 

El crecimiento de Cajamar va indisolublemente ligado al devenir del sector agroalimentario, motor indiscutible de la economía almeriense y andaluza. Desde los invernaderos que transformaron la horticultura europea hasta las cooperativas exportadoras, Cajamar ha sido un socio clave, ofreciendo financiación, asesoramiento y productos diseñados a medida para el sector. Su especialización en este ámbito no es un mero eslogan, es una de sus señas de identidad: pocos bancos conocen tan de cerca la realidad agroalimentaria y saben adaptarse a las exigencias de un entorno tan competitivo y globalizado.


Sin embargo, limitar la identidad de Cajamar al campo sería desconocer su vocación. Su oferta, tan plural como su clientela, alcanza a familias, autónomos, pequeñas empresas y jóvenes, con soluciones que combinan la solvencia financiera con la empatía. La cercanía no se mide solo en sucursales, sino también en la relación humana que nuestros empleados establecen con la clientela, marcada por la confianza y el trato directo, donde el cliente es algo más que un número de cuenta: es una historia que merece ser escuchada y atendida.


Ese carácter de banca de proximidad está lejos de ser un anclaje en el pasado. Cajamar ha sabido adaptarse, invirtiendo en tecnología y ofreciendo sus canales digitales: app, banca digital y banca electrónica y soluciones avanzadas de pago, que facilitan la vida diaria de sus usuarios y conviven con el espíritu cooperativo que nos ha caracterizado desde el origen. En La Caja de Almería, las nuevas tecnologías caminan junto a una banca tradicional que, lejos de abandonar el territorio, preserva la inclusión financiera allí donde otras entidades se han marchado o no han llegado. Buena prueba de ello son nuestras tres oficinas móviles que dan servicio a 12.500 almerienses residentes en 28 localidades de menos de 900 habitantes. Así, logramos mantener un equilibrio entre tradición y modernidad, entre la raíz rural y el futuro tecnológico.


Hoy, Cajamar es un referente nacional. Consolidada como la primera caja rural y la primera cooperativa de crédito española, ha expandido su presencia manteniendo su esencia. En un sector donde la despersonalización amenaza con convertir la banca en un trámite, Cajamar insiste en la cercanía, entendemos la importancia de cada cosecha, de cada proyecto empresarial y de cada plan de futuro personal.


El sector financiero afronta hoy los desafíos de la digitalización, la sostenibilidad y la confianza y Cajamar responde con una receta sencilla pero eficaz: crecer sin renunciar a la identidad, competir sin traicionar los valores cooperativos, innovar sin perder la sonrisa ni el apretón de manos. Esa es su mayor fortaleza, y la razón por la que continúa siendo, con orgullo, “La Caja de Almería”.

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